Main Audio Tour
STOP 4 - A PRISONER’S LIFE
STEVE BUSCEMI:
This section of the corridor has been restored to its appearance in 1830.
The most common crimes that might land a person in Eastern State Penitentiary were robbery, burglary, horse theft, forgery, and murder. Typical sentences lasted only about two years, and few were longer than eight. At that time, there was no such thing as a “life sentence.” And those condemned to die were sent elsewhere.
Look inside the restored cell and consider the case of John Currin, a 22 year old white gardener, convicted in 1829 of stealing his neighbor’s horse. He received a two-year sentence and was fined six cents. He was Eastern State prisoner number six.
Upon his arrival prison staff placed a hood over his head—so he couldn’t get a sense of the layout of the penitentiary and so that no other prisoner would recognize him after his release. He would wear that hood whenever he was outside his cell. In the two years he spent here in Cellblock 1, John Currin may never have seen another inmate.
Currin spent twenty-three hours a day inside his cell. He was not allowed to speak to anyone except the chaplain or the guards—who were called “overseers.” He slept in his cell. He ate three meals a day in his cell. And he worked there as well. Prisoners made chairs, some wove fabric, others dyed cloth.
An overseer, named Allen Fisher, taught John Currin to make shoes. You can see shoemaking tools on the workbench in his cell.
John Currin was allowed a keep only one book in his cell: a Bible. He could read. Most prisoners could not. He would receive no letter from home, no newspaper—no visitors.
Currin received two half-hour breaks a day. He was allowed to go through that iron door at the back of his cell, out into his exercise yard to breathe fresh air and feel sun on his skin. Once every two weeks—maybe three—he would be taken from that yard to bathe.
Step away from Currin’s cell and continue walking up the corridor. When you are ready to continue your tour, press 5 and the green play button on your Acoustiguide.
LA VIDA DE UN PRESO
STEVE BUSCEMI:
Esta sección del corredor ha sido restaurada para que tenga el aspecto que tenía en 1830. Continúe caminando un poco por este bloque de celdas hasta que llegue a la ilustración del prisionero trabajando en aislamiento.
Los delitos más frecuentes que podían hacer que una persona acabara en la prisión de Eastern State eran atraco, hurto, robo de caballos, falsificación y asesinato. Las sentencias típicas eran de sólo dos años, y pocas eran de más de ocho. En esa época, no existía cadena perpetua. Y los que estaban condenados a muerte se enviaban a otro sitio.
Examine el interior de la celda restaurada y considere el caso de John Currin, un jardinero blanco de 22 años, condenado en 1829 por robar el caballo de su vecino. Se dictó una sentencia de 2 años y fue multado con seis centavos. Era el preso número seis de Eastern State.
A su llegada a la prisión, le colocaron una capucha en la cabeza, para que no pudiera hacerse una idea de la distribución de la prisión y para que ningún otro preso le conociera después de su liberación. Llevaba esa capucha cada vez que salía de su celda. En los dos años que pasó aquí, en el Bloque de Celdas 1, John Currin no vio seguramente a ningún otro preso.
Currin se pasaba veintitrés horas al día dentro de su celda. No se le permitía hablar con nadie excepto con el capellán o con los guardias – a quienes se denominaba “supervisores”. Dormía en su celda. Hacía tres comidas al día en su celda. Y también trabajaba en ella. Los prisioneros hacían sillas, algunos tejían y otros teñían tejidos.
Un supervisor, llamado Allen Fisher, enseñó a Currin a fabricar zapatos. Pueden ver herramientas de fabricación de calzado en la mesa de trabajo de su celda.
A John Currin se le permitía tener un sólo libro en su celda: una Biblia. Sabía leer. La mayoría de los presos no sabían. No recibía ninguna carta de su casa, ningún periódico ni visitantes.
Currin tenía dos descansos de media hora al día. Se le permitía pasar por esa puerta de hierro en la parte posterior de su celda para ir a su patio de ejercicios para respirar aire fresco y sentir el sol en su piel. Una vez cada dos semanas –tal vez tres – se le sacaba de ese patio para que se bañara.
Salga de la celda de Currin y continúe caminando por el corredor. Cuando esté listo para continuar la visita, pulse el 75 y el botón de reproducción (Play).